lunes, 10 de febrero de 2014

Pies en el Mar, poemario de Ursula Podestá & Orlando Bedoya

Pies en el Mar
(poemas para Julia)
De los poetas: Ursula Podestá Sánchez
Orlando V. Bedoya Pineda
Por: Franco Gómez Valcárcel
Título: Pies en el Mar (poemas para Julia).
Autores: Ursula Podestá Sánchez &
Orlando V. Bedoya Pineda.
Editorial: Ambedue.
Ciudad: Arequipa.
Año de publicación: 2012. 
Género: Poesía.
Medidas: 20,6 x 14,9 cm.
Encuadernado: Empastado.
Nº de páginas: 52.

Nunca como hoy se hacen más patentes la soledad, la distancia y ese infinito esfuerzo de estar solo como lo hace la voz en el poemario “Pies en el mar” de los poetas Ursula Podestá Sánchez y Orlando V. Bedoya Pineda, dos vocablos que se juntan para hacer declinar al día y encender  en los versos la más humana llamarada escondida en el jardín del secreto.

En todos estos años no se había escuchado la salida de un poemario escrito por dos personas, desde aquel férreo intento de Javier Heraud quien junto a César Calvo escribieron el ya legendario “Ensayo a dos voces”, hasta nuestros días, la publicación de un libro escrito “a dos tiempos”  sorprende,  y no sólo por su estilística cargada de reflexiones metafísicas, leves altisonancias, tonos sombríos, solemnes, y un intimismo marcadamente humano, sino también por ese desdoblamiento del yo poético que en este caso asume la voz de un viejo enamorado, un soldado cansado por la vida y el destino que decide cantar al amor desaparecido, muerto, para vencer los lazos del dolor y hacer florecer en el reino de lo oscuro la humana sonrisa.

Y todo esto escrito por dos cabezas que deben pensar como una sola para vencer al silencio y luego, en su unidad existencial, volver a  convertirse en dos.

Son 27 poemas dedicados a la memoria de Julia P. Ocola Espinoza de Rodríguez, divididos en dos partes que corresponden, la primera, al canto del esposo perdido por la soledad, pero encontrado por el recuerdo y el corazón, y la segunda que corresponde a los cánticos de los hijos desesperados por la ausencia de mamá y un te quiero; cantos que se hunden como piedras en el océano de lo intangible, del corazón y de la vida, de  ahí el título “Pies en el mar”, es la vida la que transcurre, la que se sumerge en uno mismo, en lo inefable del corazón humano, soportando los embates del destino, pero que no se logra soportar, y esta conciencia desgarrada es la que nos desconcierta y sumerge en esa fría realidad de lo inasible, aunque siempre existe la esperanza de caminar encima de ella.

También son pies que avanzan firmes e impertérritos a pesar de las adversidades.
Y es que a veces  nos encontramos envueltos en velos de tristeza, en siglos completos de nocturnidad, y nos congelamos “como pies fríos en el mar…”[1]; despertamos a la vida como jóvenes espíritus llenos de “escarabajos como confusión[2], locos, pero siempre esperando volver a casa y tener “una siesta junto a tus ojos[3].

Las imágenes y los símbolos se suceden unos a otros, nos recuerdan el silencio, la tristeza de saber que esta vida no alcanza, que a pesar de nuestras obligaciones y nuestro enmascarado yo, el mundo es nada y no logra otorgarnos el sentido. ¿Qué se ha posado en mis años esta mañana? / la bilis y el tintineo metálico de mis bolsillos / el fusil en mi cabeza / y un gorgojo cultural de cambio / ¿Has visto?, sólo idioteces.[4]

Y es que (…) la realidad es un tótem / que multiplica al vino en agrio / así, / el convite familiar transfigurándose en grutas proscritas.[5]; la familia se desvanece, los amigos también; sin embargo, entre todas las cosas, a veces lo más simple y puro logra sacarnos de lo oculto y nos entrega una nota para vivir en la memoria y en la luz de la razón: Un ramo de flores, es lo humano de mis actos / música triste / y luciérnaga para no caer en la locura.[6], y que a pesar del tiempo que transcurre como guillotina y de la democrática muerte, todavía podemos sonreír entre soliloquios y encerrarnos en nuestros buenos recuerdos como en un lejano y esperanzador jardín, “mientras impávido el corazón espera / al amanecer / para sonreír como mil historias.[7]

Podría continuar citando imágenes y poemas de este libro, pero me quedo con la impresión de una poesía bien lograda, como siempre nos tienen acostumbrados estos poetas, una poesía en la cual la acidez de los sentimientos “hechos a limón[8] y algunas aristas de palabras, no logra desvanecer ese espíritu envuelto en vendas de ternura y abrazos efusivos del ayer, y en la que la melancolía nos agarra como una mariposa oculta, llena de largos y delicados brazos negros.

Franco E. Gómez Valcárcel.
Lic. en Literatura y Lingüística. Poeta, escritor,
 articulista, músico y promotor cultural
 de la ciudad de Arequipa.
Edita Pleyade y Castillos en el Aire.

16 de setiembre de 2012





[1] Poema “2”, pág. 16.
[2] Poema “3”, pág. 17.
[3] Poema “4”, pág. 18.
[4] Poema “5”, pág. 19.
[5] Poema “13”, pág. 27.
[6] Poema “14”, pág. 28.
[7] Poema “10”, pág. 24.
[8] Dedicatoria, pág. 6.

No hay comentarios:

Publicar un comentario